domingo, 31 de agosto de 2008



El corazón de las tinieblas
, de Joseph Conrad.

“Cuando alguien llega aquí, usted lo sabe, no es para contemplar la luna

Eurídice Zamora
Hay mucho que apuntar sobre esta “aventura”. Conrad se puso encima de un lugar escalofriante y nos permitió hurgar en el todo débil trozo del ser humano. El protagonista atraviesa un río a contracorriente, y en la búsqueda por su parte restante, encuentra sus restos viles. Uno no hace sino compararse con estos sufrimientos, tan vivos como si se estuviera en aquella misma selva, en aquella maltratada África y en aquellos cercanos tiempos. Cuando aun no llega a la jungla final dice:
“un necio con puro miedo y finos sentimientos está siempre a salvo”
Marlow aspira toda aquella atmósfera de infierno, pero no llega a tocarla.

Conrad pone contra la pared -sin preparar instructivo alguno- al hombre de poderes absolutos, lo cuelga en entre dicho, sea éste un führer alemán de mediados del siglo XX, un duce italiano, un dictador español, o un caudillo latinoamericano de estos tiempos puesto por la gracia de Dios.

Cuando Marlow llega al final, y se topa con el rostro de Kurtz, la tiniebla se vuelve más tiniebla, la sospecha de su final se torna real, y su muerte no se hace sino necesaria…
‘vivimos como soñamos…solos’

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