jueves, 17 de enero de 2008

LA POLÉMICA: Carver, el escritor & Lish, el editor.

'Una de las polémicas literarias más interesantes en la historia del cuento.'



http://www.newyorker.com/online/2007/12/24/071224on_onlineo
nly_carver
[observación: cuando copie esta dirección en su navegador, tenga presente que esté tipiada por completo]
Artículo enviado por Miriam Mireles.
Conversaciones con Raymond Carver
Traducción: Milton Ordóñez


Artículo enviado a ‘el lector interrumpido’ por: Miriam Mireles.
Rafael Arráiz Lucca
El Nacional 21-8-2006

A 30 años de un prodigio


En apenas doce años Raymond Carver alzó vuelo y llegó a ser el mejor escritor de cuentos del planeta. ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? se publicó en 1976, y su autor falleció el 2 de agosto de 1988 en Port Angeles (Washington).
Había nacido en Oregon en 1939. No llegó al medio siglo. Hijo de padre alcohólico, él mismo lo fue, mientras educaba a los dos hijos que tuvo, y que confesaba adorar, con una primera esposa recién emergida de la adolescencia.
Su batalla con el alcoholismo culminó en 1977, de modo que su primer libro fue escrito aún entre vapores etílicos. Los que le suceden son todavía mejores que el primero, pero éste le anunció al mundo que un fenómeno del relato había llegado para quedarse.
El mismo año en que dejó el alcohol conoció a su segunda esposa: la escritora Tess Gallagher, quien lo acompañó hasta el momento en que el cáncer de pulmón se lo llevó de aquí. Fue ella la que halló entre los papeles de Carver cinco relatos prácticamente terminados.
Con ellos se publicó Si me necesitas, llámame (2000). Allí están algunos de sus mejores cuentos: "Leña", "Sueños", Vándalos" y el que le da título al libro, acaso uno de los mejores relatos que se han escrito sobre la tierra. Como el lector advierte, no puedo disimular la felicidad que me produce la lectura de sus cuentos: quizás por ello escribo este artículo tan celebratorio que me deja sin resortes críticos.
También quizás por esta misma razón es que he escrito tan poco sobre su obra, apenas una nota sobre un magistral libro de ensayos donde se recogen seis textos memorables: La vida de mi padre (1995).
El lector ajeno a estos temas, al que pretendo seducir para que se interese en ellos, seguramente se pregunta por qué los relatos de Carver pueden ser calificados de obras maestras; en qué consiste su aporte. Mi respuesta es simple: la maravilla que logra Carver reside en que parte del relato sucede fuera de él.
Dicho de otro modo: sus textos son tan sugerentes, tan ricos en posibilidades interpretativas, tan lejanos a la manipulación técnica, que el lector va construyendo el relato a medida que avanza en su lectura. Además, el narrador logra algo que es prácticamente mágico: crea una suerte de inquietud que imanta el relato de manera permanente.
Es como algo que queda reverberando, incesantemente. Pero cuidado, no es la angustia ni la desesperación el centro anímico que trabaja Carver, es algo bastante más complejo y sutil, que no hay manera de explicar con claridad.
En este sentido puede decirse que la experiencia de lectura carveriana es sensorial, además de narrativa y, también, puede ocurrir que el lector desprevenido, acostumbrado a no participar en el relato o avenido a los platos servidos, le resulten desconcertantes estos textos en los que, aparentemente, no ocurre nada, cuando en verdad está ocurriendo de todo, en los que la condición humana está en plena efervescencia.
La crítica literaria, que al organizar suele reducir, ha ubicado la cuentística de Carver dentro del universo del minimalismo, lo que es cierto, pero no basta con ubicar en esa gaveta a sus cuentos, que van mucho más allá y abren otras puertas y se conectan con otras fuentes.
Por ejemplo, la lectura que Carver hace de Santa Teresa no es gratuita, tampoco lo es que cierto espíritu místico lata en su obra.
Quizás sea esta actitud, como de alguien que camina sobre vidrios, la que conduzca a una escritura tan alejada de los lujos verbales, tan tejida en conjunto, tan lejana a la frase impactante, a los fuegos artificiales.
Casi no hay oraciones extraíbles por memorables en sus cuentos: su apuesta es al tejido, al clima, al eco, a la extraña inquietud que siembran las palabras.
Es evidente que el proceso de reescritura es rey en la obra de Carver. Detrás de sus cuentos perfectos, donde no sobra ni falta una coma, el autor redujo, cambió, volvió a pulir hasta que llegaba a la nuez desnuda de sus historias. No puede ser de otra manera.
Quizás por ello nunca escribió una novela, aunque él se lo atribuía a la presencia de sus hijos pequeños: "Las circunstancias de mi vida con esos niños dictaban otra cosa. Decían que si quería escribir algo, y terminarlo, e incluso que si quería sentir alguna satisfacción con una obra concluida, tenía que limitarme a cuentos y poemas."
Así fue, y también logró lo que se proponía: "Es posible, en un poema o en un cuento, escribir sobre cosas y objetos comunes y corrientes usando un lenguaje común y corriente pero preciso, e impartirles a esas cosas --una silla, una cortina, un tenedor, una piedra, un arete de mujer-un poder inmenso, incluso perturbador".

Films basados en obra de Carver.


http://www.vertigofilms.es/jindabyne/

Esto se ha llevado al cine, basados en la obra de Raymond Carver:

1. Jindabyne (2006) (short story "So Much Water So Close to Home")
2. Everything Goes (2004) (short story)
3. Du bois pour l'hiver (2004) (short story)
4. C'était le chien d'Eddy (2003) (short story)
5. Cathedral (2002) (story)
6. Studentova zena (2000)
7. What We Talk About When We Talk About Love (2000) (short story)
8. Bailar sobre agujas (1999) (story)
... aka Dancing on Needles (USA: video title)
9. Prach (1999) (short story Cathedral)
10. Autumn of the Leaves (1995) (story)
11. Perdón? (1995)
12. Short Cuts (1993) (writings) dir. Robert Altman 1993
13. Nos veremos mañana (1993) (story)
14. ...They Haven't Seen This... (1988) (short story "Why Don't You Dance")
15. Feathers (1987) (story)

viernes, 4 de enero de 2008

Sobre: TRES ROSAS AMARILLAS, de RAYMOND CARVER



diciembre 11, 2007 / escribió: Daniel, Lima Peru del blog http://whiskydoble.blogspot.com
Tres rosas amarillas, de Raymond Carver

Dice Arquíloco: "El zorro sabe muchas cosas pequeñas, el erizo solo sabe una, pero es una cosa grande". Y entonces me doy cuenta inmediatamente, que la grandeza tiene poco o nada que ver con la complejidad. Quizás es más una cuestión de desgaste. Supongo que hay autores que son como el erizo. Pero también hay algunos que son como el zorro. Y lo más interesante, hay algunos que son como el zorro precisamente porque no desean o no se sienten capaces de internarse en la totalidad, en el absoluto, en lo deslumbrante.

Nunca he sido fanático ni del naturalismo, ni del realismo, ni del costumbrismo ni de ninguna clase de obra lineal. No estoy seguro de por qué. Quizás amo el caos, o quizás son simples ganas de dar la contra. Pero cuando una obra sobrepasa cualquier clase de prejuicio o concepto general, sabes que estás frente a una gran obra. Y sin duda alguna, Tres rosas amarillas es uno de los trabajos más pulcros, limpios y brillantes que he encontrado en mucho tiempo. Y lo mejor de todo es que no brilla con un pasmo deslumbrante, sino que va sorprendiéndote de una manera sutil y humana. Humana en el sentido de que parece escrita, justamente, por un mortal cualquiera, como si no se necesitara ser un gran autor para haber construido esos siete maravillosos cuentos que componen este volumen. Pero la realidad es que Carver era un autor brillante, que quizás incluso llega a rozar la genialidad. Basta con leer "Quienquiera que hubiera dormido en esta cama" o el cuento que le da título al libro y que es una verdadera obra maestra, donde se narran los últimos días de Chéjov. Sobran palabras. Cualquier añadido a Carver es una palabra de más.

Seguidor del realismo de Chéjov (lejos de los malabarismos impresionantes de Flaubert), se podría decir que Carver es más bien un escritor de modesta lucidez, un escritor que no trata de deslumbrarnos sino que nos cuenta una historia maravillosa como si no conociera su valor. Ilusión absolutamente falsa, claro, porque basta con mirar de cerca para descubrir que cada línea ha sido pulida hasta su máximo esplendor y forma, pero de una manera tan minuciosa y natural, que al ojo menos experimentado resulta absolutamente invisible. Y ahí se sitúa este tipo de liteartura: donde se encuentran temas donde nadie busca temas; donde los personajes no son héroes ni villanos; donde no se busca una gloria ajena al mundo, sino por el contrario, se abraza la humanidad con absoluto rigor, una humanidad que finalmente nos recuerda el tedio y la sencilla mortalidad de la vida cotidiana, en contraposición contra la perfección o la inmortalidad a la que aspiran esos autores que, al igual que el erizo, solo saben una cosa, una cosa grande.

"A Chejov, no obstante, le produjo una honda impresión el solícito gesto de aquella visita. Pero, a diferencia de Tolstoi, Chejov no creía, jamás había creído, en una vida futura. No creía en nada que no pudiera percibirse a través de cuando menos uno de los cinco sentidos. En consonancia con su concepción de la vida y la escritura, carecía -según confesó en cierta ocasión- de una 'visión del mundo filosófica, religiosa o política. Cambia todos los meses, así que tendré que conformarme con describir la forma en que mis personajes aman, se desposan, procrean y mueren. Y cómo hablan'."